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Parque nacional de Ordesa y Monte Perdido

Parque nacional de Ordesa y Monte Perdido

La orografía del Parque está dominada por el macizo de las Tres Sorores, Treserols, la mayor mole calcárea del mundo. Su mayor elevación es el Monte Perdido, del que en forma más o menos radial descienden una serie de impresionantes crestas montañosas y valles glaciares. El más característico y emblemático es el valle de Ordesa, recorrido por el río Arazas, origen del Parque Nacional, que se abre en dirección este-oeste, pero también destacan el Cañón de Añisclo, surcado por el río Bellós, en dirección Norte-Sur, las Gargantas de Escuaín, por donde pasa el río Yaga, en dirección Sureste y el valle de Pineta, recorrido por el Cinca, en dirección Este. Así mismo, aunque no pertenece al Parque Nacional, cabe destacar el valle de Bujaruelo en la zona oeste, y ya en territorio francés el Valle y Circo de Gavarnie, otro impresionante circo glaciar que en su cabecera tiene la cascada más alta de Europa, con más de 400 metros de caída vertical.

La morfología básica del Parque se debe a dos orogenias, pero principalmente al plegamiento y elevación alpina de la era Terciaria, posteriormente moldeada por la erosión glaciar durante la era Cuaternaria, dando lugar a una serie de circos y valles glaciares muy definidos, como el valle de Ordesa y el valle de Pineta. Hoy en día sigue existiendo un glaciar en la cara Norte del Monte Perdido, aunque en retroceso. La mayor parte de la roca del Parque Nacional es caliza, lo que superpone a la más evidente y antigua erosión glaciar la transformación kárstica y fluvial del paisaje, con múltiples cuevas, cañones, simas, etc. Aquí hay que destacar el Cañón de Añisclo y las Gargantas de Escuaín, en los que aparecen circos glaciares en sus cabeceras, pero que posteriormente se encajonan en profundas gargantas.

Las zonas altas del parque (altitudes superiores a los 2000 m) son extremadamente áridas, ya que toda el agua procedente de precipitaciones es rápidamente recogida por el sistema kárstico. En cambio, los fondos de los valles están cubiertos con una exuberante vegetación en la que dominan las hayas y los abetos que van dejando paso al pino negro según se aumenta la altitud.

Muchos personajes han quedado prendados de estos parajes y han contribuido a su difusión. Gentes como Lucien Briet, Lucas Mallada o Soler i Santaló han contribuido a dar a conocer este lugar y a que fuera protegido.

Flora

La flora del Parque consta de cerca de 1400 especies, lo que supone casi el 45 % de las plantas del Pirineo Aragonés, de las que 82 son plantas exclusivas del Pirineo, es decir, la mitad de los endemismos de la cordillera. En los más de 30 picos de más de 3000 del territorio protegido y su periferia se pueden ver cerca de 100 especies, lo que supone las dos terceras partes de la flora alpina del Pirineo.

Una de las características principales del Parque es la presencia de grandes superficies de acantilados y paredes, así como de gleras calizas, que albergan una gran cantidad de especies exclusivas (endémicas) del Pirineo, como Borderea pyrenaica, Campanula cochleariifolia, Ramonda myconi, Silene borderei, Androsace cylindrica, Pinguicula longifolia, Petrocoptis crassifolia, etc.

En el Parque se produce una mezcla de influencias climáticas que da lugar a la aparición de distintas clases de comunidades vegetales. Así, tenemos desde vegetación mediterránea que penetra en las partes más bajas como en Añisclo o Escuaín, pasando por la submediterránea de los cresteríos pedregosos calizos y resecos por el viento, o los pozos de oceaneida con presencia de plantas propias de ambientes más cercanos al Cantábrico, y finalizando con la vegetación de ambiente alpino de las altas cumbres.

Se han inventariado 112 comunidades vegetales, siendo las más diversificadas los pastos y los prados, seguidas de las que colonizan las rocas y las gleras y de los bosques. El 75% de las comunidades vegetales son hábitats de importancia comunitaria, de los que cuatro son prioritarias para su conservación en la UE.

En el piso montano (800-1700 m de altura) se encuentran numerosos bosques de hayas, abeto, pino royo, quejigo o rebollo, tremolines, con menor presencia de abedules, fresnos, sauces, avellanos e incluso carrascas, mientras que en la franja superior, hasta los 2000 m domina el pino negro. El sotobosque hasta los 1800 m está dominado por el boj.

En los pastos de altura (entre 2000 y 2700 metros) domina las festuca y es una de las mejores zonas del Pirineo para ver la famosa flor de nieve, también conocida como edelweiss, que llega a ser el símbolo del Parque Nacional y se encuentra protegida, como todas las especies vegetales del Parque.

Fauna

El Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido acoge una variada fauna fruto de los diferentes hábitats que alberga y de su condición fronteriza entre la Europa Continental y la Mediterránea. Se han contabilizado unas 38 especies de mamíferos, 68 de aves nidificantes (unas 120 si contamos las emigrantes), 5 de anfibios, 8 de reptiles y 5 de peces.

Los bosques ocupan apenas un 20% de la extensión del parque. Varían desde los caducifolios hasta los perennes, con considerables extensiones de pino silvestre y algo menores de pino negro y abeto. Es en ellos sin embargo donde topamos con mayor cantidad de vida salvaje, no sólo por la abundancia de alimento sino por el cobijo que en él se encuentra.

El rebeco (llamado sarrio en aragonés) cuya población en el Parque ronda los 2.000 ejemplares, el corzo que ha pasado de estar extinguido a nivel local a mediados del siglo XX a poseer una creciente población en la actualidad, la superpoblada presencia del jabalí junto con dos recién «recuperados» (o en vías de estarlo) como lo son el ciervo, que parece querer regresar en su evidente expansión pirenaica y el oso pardo, cuya diminuta población pirenaica (20-23 ejemplares) se ha dejado sentir en el interior de los sectores más salvajes del espacio protegido. A ello hay que añadir una enorme variedad de pequeños mamíferos (nutrias, zorros, ginetas, marmotas, gatos monteses, garduñas, lirones, tejones, ardillas, ratones de campo, hurones, topillos, musarañas, desmán de los Pirineos…).

Si de avifauna hablamos, en los bosques del Parque Nacional destacan sobre todo especies como el urogallo (con pequeñas poblaciones en su mayoría y para su bien desconocidas), la lechuza de Tengmalm (recientemente redescubierta), el pito negro, pito real, pico dorsiblanco, cárabo, autillo, chotacabras, chochín, treparriscos…

En cuanto echamos la vista al cielo y nos fijamos en los desfiladeros y áreas de alta montaña, hábitat predominante del Parque, topamos con el quebrantahuesos, una de las aves más grandes del planeta que ha encontrado en el Pirineo en general y en este valle en particular uno de sus postreros y más consolidados refugios. Está presente también el águila real, el depredador más considerable de los cielos del Parque, el buitre leonado, ocasionalmente el buitre negro, el alimoche, milano real, milano negro, águila culebrera, todos ellos depredadores de la abundantísima marmota, de la perdiz pardilla o de la escasísima perdiz blanca, cuyas poblaciones en las zonas altas de Ordesa-Pineta apenas alcanza la veintena de ejemplares.

Entre los numerosos anfibios presentes destaca el tritón pirenaico, indicador de la pureza de las aguas del parque.